Hay pocas, poquitas cosas que envidie, que no soy personilla envidiosa. Otros vicios me saben mejor…
Quizá… Sólo hay algo que de verdad, de corazón, admiro y pegaría por él: el talento verdadero. La voz de Ella, la de Queen Latifah, el trazo de Rosetti, la retina de Helmut Newton, las piernas de Elle Mac Pherson (sí, también son talentosas!!!)… tan poquita cosa. Talento hasta para tener la gracia de regalar un NO rotundo y que caiga bien. Uno de estos días lo aprendo. Y a qué venía ésto??? Ah, vale…
Pero tú has visto qué maravilla de mundo tenemos la suerte de habitar??? La Primavera tiene el pagano naranja del azafrán y el profundo olor salobre de los erizos de mar que se incrusta en el mismo centro del hipotálamo. Con el sabor salado, intenso, crudo, delicioso y brutal de la vida misma.
Me acuerdo estos días del comienzo de «Son de Mar», que recuerda algo así como que… «el amante regresa incluso de la muerte si la voz amada lo llama con suficiente fuerza…» Algo así era, que cito desde donde mi memoria alcanza y sin libro chivato delante. Yo llevo llamando toooodo el invierno, frío, oscuro y largo. Ves? Le puse fuerza y ganas, sin duda. Una jartá. Ya está aquí. Como una promesa de veranos pasados… y futuros. Bienvenido, amante. Ven. Te regalo un beso de mar. Bienvenida Primavera. Con su espléndida sonrisa para todos mis sentidos. Para mi piel.
Tendré yo algún talento? Déjame que lo piense…