Sí. Ya sé que tengo costumbres raras. Se me ocurren las mejores ideas en la ducha, o conduciendo con la banda sonora que imponga el ritmo a mi vida en ese momento, si es posible, camino del mar. No puedo evitarlo.
Y cada 6 de enero, allá al anochecer, cuando los Reyes se han marchado y doy por concluida la Navidad que tanto me gusta, antes de hacerme un té y enchufarme una peli de esas que no debería ver bajo ningún concepto alguien tan romántica como yo, (hoy ha caído Sentido y Sensibilidad, aysh!) me da por desmontar el árbol y quitar, uno a uno, todas las luces y cosas bonitas que engalanan la casa de ambiente mágico y festivo. Y con cada uno de esos adornos del árbol, voy haciendo repaso de lo que ha sido el año que ya se ha ido y lo que espero del recién estrenado.
Este ha sido, sin duda, un año absolutamente atípico que ha hecho tambalear los cimientos de cuanto conocemos. Y lo que nos queda. Todos nos sentimos algo más perdidos. Es así. El que diga lo contrario, miente. Sobre cualquier cosa, por muy nimia que parezca. Todos, en algún momento de nuestras insulsas e insignificantes vidas, nos hemos sentido perdidos en alguna ocasión. Ahora más.
Quién no se ha visto atrapado en un amor que descubrió que no sentía, en un trabajo que no le llenaba, en una relación que si lo pensaba, sabía a engaño y mentira? Quién no estudió un libro en el que no creía, tarareó inconscientemente una canción que, de tanto oírla, le hastiaba? Quién, por la vulgar inercia no devolvió un beso con el que no soñaba?
Quién por una pérdida no sintió el suelo moverse bajo sus pies, pensó que el mundo se le derrumbaba, que ahí mismo su vida se acababa y aún peor… pasado el tiempo comprobó que no era así y sin embargo, siguió sintiendo dentro un dolor sordo y vacío, como un tambor, como un espacio absurdo en el que no se encuentra salida ni asidero y, sintiéndose deslizar sin rumbo, vagó como zombie; muerto en vida, viendo pasar los días sin sentido ni dirección.
Y sin embargo aquí seguimos, sin comprender en realidad que aún en ese momento no estamos solos. Nadie es único.
Quizá todas esas tormentas de emociones y alguna que otra más te hayan bañado este año que tanto ansiábamos que se fuese, como si la pelea y el drama a niveles estratosféricos no continuase en el que acabamos de estrenar. Suma y sigue.
Personalmente y haciendo un balance de lo que ha sido este al que hemos dado carpetazo, me salen un montón de bofetadas de realidad que me han enseñado que no hay como callar y esperar. Y actuar. Y perseguir una meta. Y como, si hay algo que me sobra, es paciencia, este año he sacado mi reserva federal con la certeza de que, enfundada en ella, todo llega. El toro que me habita se empecina, le echa tesón y ganas. Paso a paso. Aunque el resto del mundo no lo vea. Aunque piensen que tengo pies de hormigón. E la nave va.
Aunque suene a tópico, este denostado 20 me ha dejado claro lo resistentes y resilientes que podemos llegar a ser. No hay como que te ahoguen para reinventarte. No hay como sentirte acorralado para construir una vía de escape. Para pintar una salida hacia la luz. Hecha la ley, hecha la trampa. En este país de eso, sabemos mucho.
Me ha fascinado comprobar cuanto emocionan los sentimientos cuando se les dejan por fin! extender las alas, cuando se les deja desatarse después de estar dormidos, encerrados, secuestrados, enclaustrados y amordazados durante sólo Dios sabe cuanto. Como Elinor en la escena final. No seré yo la que ponga puertas al campo. Ya no. Nunca más. Hay que volar. Hay que Vivir. Pero de verdad. A ver si me lo tatúo.
He aprendido lo buena jubilada que voy a ser, que no hay sitio mejor que mi hogar, se encuentre donde se encuentre; que como ya sabía, no necesito demasiado, que no hay como el calor de un abrazo si el que te abraza te importa, que continúo siendo una inocente mal que me pese, que tengo suerte de haber amado tanto y la capacidad y la certeza de volver a Amar. Otros no conocen esa maravilla. Pobres desssgrasiados. Que bendigo cada día mi poca memoria, porque me recuerda qué y quién importa. Lo que no recuerdo no es relevante. Higiene mental lo llamo. Ah! He aprendido a decir que no. Vaya si he aprendido. Como mi Alaska. A decir esto no lo quiero para mi, esto no me lo merezco, por ahí no voy a pasar, eso no me lo trago y sobre todo no me da la gana. No es que me encante particularmente ni me haga sentirme especialmente cómoda, pero ya me sale más fluido que antes. Mira: Esteee… No! Y descarga. Vaya que sí. Lo que no podía ni imaginarme.
Objetivos para éste: los de siempre; renovarme, avanzar, mantenerme en pie, Amar mucho a quien me ame… aprender a descontrolar! (ese es difícil) Repito volar, Vivir, coña, VIVIR! Es mucho pedir? Como siempre, se intenta…
Cuidarme y cuidar de los míos. Que no consigan engañarnos, que mira que lo intentan. Que no nos cambien, que mira que lo intentan. En medio de todo este caos y esta confusión, saber encontrar mi camino a Oz.
En definitiva. Más canas, más arrugas, más experiencias. De kilos no hablo, como no hablo de las cosas que tienen remedio. Para qué. Si tiene solución, no es problema! Mañana, vuelta a la sempiterna dieta, que cosas hay peores.
Y al final, como siempre, fundido a negro, abrazo y sonrisa.