Me gustan estos días. Si de por sí ya tengo muy presente mis raíces, estos días, como la mayoría supongo, echo especialmente a los que ya no están y que en mi memoria, construyeron Navidades brillantes, llenas de cariño y canciones, que me enseñaron lo importantísimo que es el calor de la familia y los amigos. Recuerdo a mi abuela cocinando con el soniquete «cientoveinticincomiiiilpeseeeetas» de fondo, a mi padre y mi tío perfumando centollos con albariño y a mi madre vistiendo todo, pero todo de dorado. La casa tenía más decoración que El Corte Inglés y se compraba comida como si fuésemos a recibir a toda la ciudad, que probablemente es lo que iba a suceder…
No soy nada Grinch, para nada, echo de menos aquello, claro, pero el pasado es eso, pasado y te trajo hasta lo que vives hoy.
Me gustan las luces en la calle, compartir castañas en medio de una tarde de compras, hacer galletas de canela con mi petarda, devanarme los sesos pensando lo que le gustará a Menganito, que me ha tocado de amigo invisible, regalar calcetines de colorines, pijamas absurdos y zapatillas calentitas.
Llámame cursi, pero hasta alguna canción emmmpalagosa de Navidad consigue arrancarme una lágrima. Claro, que eso no es mérito pero vaya, ahí queda. Llevo de banda sonora a Bing Crosby, Mariah Carey y compinches varios bien armados con cascabeles en el coche, que estos días más bien parece el trineo del gordifeli barbudo ese del traje rojo.
Me chifla reencontrarme en mil comidas con amigos a los que veo poco el resto del año, pero que no por eso me importan menos y desde luego, con los que veo de contínuo y prometen abrazos de esos que me caldean hasta el tuétano, me recargan las pilas de buen rollo y me arrancan sonrisas y carcajadas de cuerpo entero.
La lotería reparte como poco algo de esperanza e ilusión de que el dedo del azar nos apunte por fin y nos cambie la vida. Los escaparates, las canciones, las cintas brillantes, hasta la fruta! todo parece más bonito y engalanado.
Pues a mí, romántica profunda convencida y confesa, adicta al Síndrome de Sthendal, qué quieres que te diga, me gusta, me eleva y me emociona.
Me decía un amigo el otro día que me siguen gustando porque tengo una hija. Que va, nada que ver.
Me gustan porque durante unos días, de alguna manera, la gente deja un poco de lado los problemas diarios y no se sabe muy bien cómo, reparten sonrisas y se desean felicidad. Más de lo que suelen, seguro! Que sean sinceras o no, es cosa de cada uno. La Navidad hace aflorar nuestro lado más amable, nuestra cara más dulce y compasiva. Estos días me recuerdan cómo deberían ser las cosas todo el año, la esencia de lo que realmente somos, humanos, con cabeza (algunos), sí, pero sobre todo, con corazón. Y con sueños. Y eso, seas Grinch o no, es una cosa estupenda, magia potagia, que te reconcilia con la vida, que bastantes momentos amargos nos regala sin buscarlos.
Así que si te encuentro por ahí, no te cortes, deséame feliz Navidad, abrázame fuerte y te invito a castañas! o a un chistonics, una viuda de esas que me encantan o a merendar! prometo conversación, cariño, buen rollo y risas sin reloj! y los mejores deseos!
Que pases una MUY FELIZ NAVIDAD Y UN MÁGICO 2015 (no es un número precioso?)