Menudo fin de semana! Fiuuuu… te cuento.
Para comenzar, el viernes se celebraban 25 años que salí del colegio donde crecí. Donde entré con coletas y salí con sueños y ganas de zamparme el mundo!
La primera sensación que tuve al entrar en mi viejo cole fue que todo era mucho más pequeño de lo que guardaba en mis recuerdos. No. Luego me dí cuenta de que soy yo la que he crecido. Dí una vuelta por el que fue mi patio, las canchas de baloncesto en las que jugué de pivot, el comedor, las clases.
Me dio la impresión de que, por un momento, el tiempo se había detenido. Las profesoras, aquellas que ya entonces me parecían super mayores y resulta que no lo eran tanto y siguen dando clase al pie del cañón y finalmente, después de un rato, subir al oratorio.
No soy una persona muy religiosa, la verdad. Al menos de una forma tradicional y explícita. Vivo la religión de una manera que, probablemente, a los ojos de cualquier católico practicante, suene banal, egoísta y desprovista de sacrificio, pero es mi manera, mi interiorismo, mi cara a cara. Mis Dioses y mis demonios, mi Fe y mi lucha, mi credo. Y no me pidas que lo defina, que ni modo encuentro. Para qué. Lo mío es antibeatidad confesa sin más aditamentos. Y eso, habiendo crecido en un colegio del Opus… pues no sé yo. Como que chirría.
Pero el viernes, entrar en aquel oratorio increíblemente pulcro me resultó sobrecogedor como regresar a mi raiz, al vientre materno. Aquella imagen tierna de una Virgen madre de madera con los libros a sus pies, sin más, fue como reencontrarme con una vieja amiga, con la que tantas conversaciones había mantenido de pequeña. «Hola, soy yo, he vuelto, cómo te encuentras?» Ni ápice exagero, será que estoy sensible, pero casi se me saltan las lágrimas. De la misa no me enteré demasiado, la verdad, pero tuve una conversación cara a cara con ella pa morir! Vamos, que nos pusimos al día!
Y luego, comprobar que los lazos que haces con babi y babas no se rompen. Los que se cosen con horas de estudio, esfuerzo, valores y cariño, esos no se destruyen. Que compartir el bocata en el recreo une. Y que hay amistades que creías dormidas y que permanecen incluso en el tiempo y la distancia si salta, como siempre, la chispa adecuada. Pienso en mis mejores amigas y son del colegio en su mayoría. Incluso aunque allí no cruzase palabra con ellas y las descubriese después. Da que pensar, no? Es una mera quimera que se disuelve después de días del reencuentro o es un crisol real? Aún no quiero pensarlo. Pero sí sé que fue una noche mágica y especial, que no nos queríamos separar, que queríamos más, que había cierto je ne sais quoi en el aire. Dulce.
Chicas, me encantó ver las niñas que fuimos dentro de cada una de aquellas mujeres del viernes noche. Las ví. Repito cuando ustedes quieran. Y eso no es quimera.
Me quedo con la certeza de que, sin duda, «el imán es el cariño» y «la alegría de vivir en los pronombres». Qué bofetada de sensaciones, recuerdos, risas y emociones aún en el fondo de mi memoria. Qué bonito!
Me encanta como cuentas las cosas ??❤️??