Hace unos días en una no sé si llamarla entrevista de trabajo, (apunta, voy buscando nuevo proyecto al que regalar mis talentos como loca peligrosa, si te enteras de algo, ya me lo estás diciendo). Estee… por donde iba? Ah, vale, una pseudoentrevista de trabajo a caballo entre montaditos, foie y coca-cola zero, me preguntaron cual era mi pasión. «Escribir», me vino rápido a la mente, pero claro, era un posible trabajo a la vista, como que no me dio que quedase serio decirle que me encanta eso de darle a la tecla, pluma, o al grafito, que me pone cosa mala. No es serio este cementerio.
Pues bien, luego, al volante y ya de camino a casa, pensé: Qué narices! Sí, desde luego me flipa escribir, como me vuelve loca manchar un lienzo cuanto más grande mejor, lo disfruto como gorrino en un charco. Pero dame a un grupo de gente, dame un proyecto que desarrollar, dame un punto de encuentro que crear, que yo te lo adorno, te lo musiqueo, te lo horneo, le doy forma, te hincho los globos y hasta te guardo el secreto, te aviso de cuando tienen que salir los mariachis y si me apuras, hasta te preparo los margarita rosa. Ver las caras de la gente (si los quiero, ya ni te cuento) cuando los sorprenden, cuando alguien les demuestra su cariño de una manera tangible más allá de las palabritas que se lleva el viento y a las que a menudo nos acostumbramos y/o resignamos, es una sensación que no tiene precio.
Hay ángeles entre nosotros. Ángeles que insuflan Amor y cariño. No el cegato de Cupido, no; ese está para que lo manden a un spa, le retiren la licencia de armas, le confisquen el arco, le den una pasadita por el láser de miopía, hipermetropía, astigmatismo, cataratas y desprendimiento de córnea, que menuda carrera lleva el chaval. No, otros ángeles sin alas que mueven energías, manejan las serendipias como aprendices de brujo y hacen que unos nos inspiremos a otros y nos arranquemos emociones.
Qué maravilla que esas energías tan positivas fluyan en unos tiempos en que mejor no encender la tele, tiempos en los que las carreras por el poder, el brilli brilli, la codicia y el dinero son noticia diaria, dejando el corazón en la estantería. Ojito, que a mí también me encanta, una tiene la mala costumbre de cenar cada noche, eh, pero sin pisar, señora! A mí me mueve la energía que contiene un abrazo, el carbón de pensar en la otra persona, en lo que le apasiona, en lo que le provoca una lágrima. Vibrar es tan importante.
Qué maravilla que esas energías tan positivas fluyan en unos tiempos en que mejor no encender la tele, tiempos en los que las carreras por el poder, el brilli brilli, la codicia y el dinero son noticia diaria, dejando el corazón en la estantería. Ojito, que a mí también me encanta, una tiene la mala costumbre de cenar cada noche, eh, pero sin pisar, señora! A mí me mueve la energía que contiene un abrazo, el carbón de pensar en la otra persona, en lo que le apasiona, en lo que le provoca una lágrima. Vibrar es tan importante.
Así que escribir me pone, sin duda, pero sin alguien que me lea, esto pierde todo sentido, sin alguien a quien sacudir, por quien bailar, a quien besar (siempre con pasión), pues qué quieres que te diga, que como decía uno que yo me sé, me la trae floja, pendulona y bambolejante.
Pues eso. Ahí va una apasionada. De la buena gente, de los abrazos verdaderos, de las sonrisas grandes. De la ilusión. Ha quedado claro?
Y sí, me sigue gustando San Valentín. Todos los días.
Y sí, me sigue gustando San Valentín. Todos los días.