Estoy en la sala de espera del gine. Pero qué escándalo es éste? Soy la única sin pareja aquí! Bah, no importa, si lo pienso bien, ya es bastante embara… humillante venir aquí como para encima hacerlo acompañada, deja, deja…
Hay un chico regordete con cara de bon xiquet que diría aquel, que no deja de pasearse sala arriba, sala abajo. Éste termina haciendo zanja, vas a ver. Su chica lo llama divertida para que se siente a su lado, tratando así de que se tranquilice. El no deja de mirar al suelo, saca la cartera buscando no sé ni qué, mira el móvil una y otra vez, mueve la cabeza.
Es curioso. A los que habitan esta la sala de espera parece que les corran mil hormigas histéricas por el cuerpo. Traen unas caras de conflicto que para qué… Por fin el gordifeli se decide, pasa por delante de mí y se sienta junto a su chica. ‘Ya no te levantas más!’ Y le bromea: ‘Vete haciendo a la idea por si fueran dos’. Él palidece por momentos. A mí me vienen a la mente los trillizos de mi prima. No es buena idea, mejor ni se lo menciono, no? No. Belindita, callado ya estás más bonita.
Ella sigue bromeándole, tratando de que los nervios se evaporen. ‘Ves?,- le dice él orgulloso.- Me estoy comportando, qué te crees, que me voy a morir?’ ‘Pues si te vas a morir, deberías hacer testamento antes, para que nada se pierda, ahora que vas a tener heredero’. Ya se ríen juntos. Conseguido. Prueba superada.
Me parece un acto enorme de ternura y generosidad esto de enfrentarse juntos a la aventura, que lo es, de traer un ser a este mundo convulso. Enfrentarse a nueve meses de espera e incertidumbre, de baile de hormonas y atentados varios contra el cuerpo femenino. Y justo después, cuando estas reventada, superar biberones, pañales, noches en vela y los cientos de inconvenientes que conlleva tener un bebé… y que no cambiarías por nada de este mundo porque es una experiencia única que nadie te cuenta hasta que estás pringado.
‘Te puedo invitar esta noche al cine o ya tenemos que empezar a ahorrar?’. Y le roba un beso. Se miran, conectan, se ríen. Me derrito. Se me ha escapado una sonrisa grande y casi una lágrima. Sin casi. Seré idiota… Lo que a mí me gusta un final feliz. Uy! Ya me toca. Puaj, boom, bang…
Juntos los miedos más grandes se vuelven chiquitos. Juntos se comparte el doble, se disfruta el doble, se teme la mitad. Juntos siempre es mejor. A que sí?
Al hombre que pudo planchar le ha gustado