Esta noche no hay nadie en casa. Este miércoles atípico de agosto no he quedado con nadie, no he tenido ninguna cena, ninguna cerve improvisada. Ni amores nuevos ni viejos amigos. Solo Basia de fondo y yo con mis pensamientos. Bimba ronca.
Me ha dado por pensar que está resultando un verano sin viajes, sin carretera larga, raro, diferente, improvisado… y chulo. Un tiempo para definir y crecer. Sin pretenderlo y sobre la marcha, he ido tachando tareas de mi lista de asuntos pendientes:
Reaprender a quererme. Mucho más. Infinito se me antoja poco. Enfundarme en mi bikini más pequeño, largarme sola a una de las playas más bonitas que recuerdo y hasta recuperar el topless que me dejé en Benidorm. Sonreír. Apagar sin miramientos una canción de Foreigner que adoro pero que siempre se me hace bola. A la mierda lo que me hiere. Decir bien alto que no soporto el electro latino con el que mi hija trata de castigarme (cuanto daño ha hecho el zumba). Reírme a carcajadas hasta que me duele la tripa. Bailar bossa nova si me la canta Frank. Escuchar, aprender. Volver a sentir. Abrazar sin medida. Permitirme fluir. Perderme horas en un bosque negro sobre blanco. Salír a correr, pero poco. Bajo la lluvia. Reescribir. Comerme la vida a bocados. Saborear cada día. Contar las estrellas de anoche. He dicho sonreír? Mucho. Mucho. Por tantas razones. Dar las gracias.
Al que mueve los hilos, por hacerlo. Bien o mal, que ahí ya no entro. A tí por regalarme una playa. A tí por una mirada cómplice. A tí por recordarme que soy importante. A tí por reñirme, cantarme las cuarenta como nadie y apretarme la mano a la vez. A vosotros, locos sublimes, por abrazar y bailar como si nadie mirase. Que miran mucho! Por el ruido de los besos de pueblo. Por las agujetas de lágrimas de risa. Y por el mono.
Sin nada aparentemente especial. Este es uno de mis mejores veranos. Y aún no termina. A que mola?
Reaprender a quererme. Mucho más. Infinito se me antoja poco. Enfundarme en mi bikini más pequeño, largarme sola a una de las playas más bonitas que recuerdo y hasta recuperar el topless que me dejé en Benidorm. Sonreír. Apagar sin miramientos una canción de Foreigner que adoro pero que siempre se me hace bola. A la mierda lo que me hiere. Decir bien alto que no soporto el electro latino con el que mi hija trata de castigarme (cuanto daño ha hecho el zumba). Reírme a carcajadas hasta que me duele la tripa. Bailar bossa nova si me la canta Frank. Escuchar, aprender. Volver a sentir. Abrazar sin medida. Permitirme fluir. Perderme horas en un bosque negro sobre blanco. Salír a correr, pero poco. Bajo la lluvia. Reescribir. Comerme la vida a bocados. Saborear cada día. Contar las estrellas de anoche. He dicho sonreír? Mucho. Mucho. Por tantas razones. Dar las gracias.
Al que mueve los hilos, por hacerlo. Bien o mal, que ahí ya no entro. A tí por regalarme una playa. A tí por una mirada cómplice. A tí por recordarme que soy importante. A tí por reñirme, cantarme las cuarenta como nadie y apretarme la mano a la vez. A vosotros, locos sublimes, por abrazar y bailar como si nadie mirase. Que miran mucho! Por el ruido de los besos de pueblo. Por las agujetas de lágrimas de risa. Y por el mono.
Sin nada aparentemente especial. Este es uno de mis mejores veranos. Y aún no termina. A que mola?