En ocasiones los astros se alinean y te mandan señales. Pequeñas pistas. Una, dos, nueve, cuarenta y siete, no sé. A veces son insignificantes, suaves como una pluma, apenas te acarician un susurro al oído izquierdo. Otras claras, meridianas y obvias. De las que tienes que ser como Shakira: ‘Sordo, ciego y sordomudo’ para no verlas.
Escucha; Si tienes un mínimo de intuición más allá de la de un tapir y los ojos abiertos, (abre los ojos), lo sabrás ver, que no mirar.
Y es que últimamente el universo se confabula para dejarme post-its por todas partes: Me levanto por la mañana y oigo a M-Clan en la radio y luego también de repente en el coche. ‘Para empezar, diré que es el final…’.
Luego viene Petarda y me repite la cancioncita en versión de una tal Amaya, con su sello de triunfita. Que además va y me gusta. Con lo que yo he sido, qué va a ser de mí.
Después, ya de noche, en la cama leyendo, una de mis escritoras favoritas me cuenta la historia de un pedazo mujer (heroína de zapatilla) que decide apearse de su aburrimiento y saltar al vacío. Decide empezar a vivir… desnuda de temores?
Otra tarde de viernes, un conferenciante illuminatti, de esos que van a 30.000 revoluciones predicando obviedades me previene, me pone las pilas y me da la vuelta como a un calcetín pintándome además una sonrisa espanta fantasmas que me dura semana y media.
Y tele me bombardea y la calle, con sus diez mil setecientos noventa y cuatro recovecos, me hablan continuamente del miedo. Puto miedo.
Ese monstruo de ojos verdes que te muerde el cuello y la tripa, que te envenena, te inmoviliza y te desmembra las alas en pedacitos para anclarte al barro, al cieno que finalmente te atrapa y consigue ahogarte. Si te dejas. Si no te pincha el culo una punzada y te levantas y lo enfrentas.
Porque señores, no sé quién lo diría pero viene cargadito de razón: ‘No es más valiente quién no tiene miedo, sino quien lo enfrenta’.
…’Miedo
de volver a los infiernos
miedo a que me tengas miedo
a tenerte que olvidar’…
Pero vamos a ver; es que hay en este puñetero planeta alguien, mineral, animal o cosa, que no tenga miedo a algo? A lo que sea! A las arañas, el cocido de su suegra, decirle al novio que se ha liado con el macizo del quinto, al que ves en el espejo… a Hacienda!!! Tela.
Y encima va y leo que puede haber unos 16 tipos de miedo!!! La leche! Ahí es nada. A ver quién es el guapo que se escapa de que le caiga uno. Vamos, ni de coña. Aquí no se libra ni el Tato.
Visto lo visto, he pensado, que ya sabes que le doy yo muchas vueltas a la centrifugadora, que sí, que me quedan miedos en el cajón, vale. Todos ellos sin dejar de ponerme la medallita por haber superado una fotracá de otros tantos que tenía cuando era una pava (sí, más aún, qué pasa).
Cómo logra enfrentar una los que aún le quedan? Como evitar quedarse encogida cual bicho bola en eso que ahora llaman ‘zona de confort’ (que nos hemos vuelto mu modernos)?
En mi caso, supongo que acudiendo a las socorridas máximas de mi madre: ‘Valiente has de ser, quieras o no quieras’. (Añádele sonsonete de muñeca diabólica, que surte más efecto).
Se coge una el culo con las dos manos y tira para arriba y lo enfrenta de pie, poco a poco, paso a paso, pero de frente.
Si al final, esto es como arrancar una tirita, como decir el primer ‘Te quiero’. Que da pavor infinito hasta que no lo puedes contener y arrancas de repente y explota en tus labios de caramelo y zas! te das cuenta de que acabas de desatar un torrente contenido de largo. Que es muy malo contenerse, te lo digo yo. Muy malo.
…’Miedo
de quererte sin quererlo
de encontrarte de repente
de no verte nunca más’…