Una de esas termitas cerebrales que van zumbando por la vida me preguntó hace ya mes largo (y tres meses también) cual era mi objetivo vital. Una de esa preguntas que parecen casuales, inocuas e inocentes y que son de un cabrón que no veas. Se te quedan ahí en el cortex prefrontal y a una se le bizquean los ojos sabiendo que está ahí, sin respuesta ni resolución. Suspendida en el aire como un interrogante de neón verde fosforito.
Y ahí me tienes dándole al tarro. Mira que si voy como pollo sin cabeza y me va a salir todo del revés porque no tengo un objetivo vital al que encaminarme rollo horizontes lejanos. Mira que si no soy válida como persona-mujer-ser-ameba, porque ni siquiera conozco la manera de dar un sentido a mi vida? Mira que si me cruzo con Gerard Butler y me pregunta cuál es mi objetivo vital y se me queda cara de haba y no sé qué responderle y me abandona a mi suerte, sola, abandonada, desolada y triste por semejante marranada?
Ay mi madre! Que no tengo objetivo vital! No me voy a sentir realizada ni quedaré grabada en los anales de la historia!
LamaredeDeudelPuig! Que soy la oveja negra de esta sociedad cuadriculada, estereotipada y ordenada al antojo de no sé bien ni quién. Ay, pobre de mí! Que no tengo objetivo vital ni se me ocurre ni medio si me preguntas. Ay, qué desgrasiaíta!!!
Pues sabes qué? Que me la trufa. Si me lo preguntan ahora mismo, mi objetivo vital se constriñe a superar satisfactoriamente el presente día de hoy. Que si algo he aprendido es que la vida es tan puñetera que no tiene más objetivo que tirar abajo los planes que se te vaya a ocurrir proponerte y perjeñarte. Le pone. Tal cual es de hija de piiiip. Así que para qué, hagamos planes a plazo cortito. Minúsculo incluso; no ya no me vale el Carpe Diem sino la Prueba Suuuperada. Día a día. Uno, otro, el siguiente, otro más.
Probablemente lo más parecido que pinte sea conseguir que los míos sigan de bien como hasta ahora… o mejor! Y que yo me vaya a la cama con una sonrisa y poder dormir sin nubes grises en el cerebro.
Hala, ya tengo objetivo vital. Ya no soy ‘tan’ rara. O sí?