No me importa, qué más da (si se mueve tu Lois, déjalo bailar).
He cambiado el silencio del campo y el trino de los pajaritos por el asfalto y las campanadas de la catedral. Y vivo rodeada de cinco moles que se dedican a maltratar mi casa. Ellos dicen que la están pintando pero a mí no me la pegan; cuando abro la puerta por la noche, yo sólo veo nubes de polvo y amenaza palpable de pillar un ardistyl que no veas. Moriré lacada, lucida y barnizada como aquella tipa tan maja de Goldfinger?
Debería pedir asilo político en casa de mis papis. De hecho, mi padre me invita a hacerlo a diario, rebonico de la yaya, ‘la chiquita y tú estaríais mejor aquí’, pero yo miro las paredes libres de gotelé, pintaditas de este gris tan mono, el suelo cubierto de cartones y los muebles abrigados con vestiduras de plástico y pienso que con lo que me ha costado llegar hasta aquí no tengo por menos que dar gracias y como siempre, agarrarme la derriere y tirar p’alante. Que estoy encantada. Construir, eso es lo que yo quiero. Y de aquí, para arriba!
Anoche me decía alguien: ‘Eres fuerte’. Manda huevos, como si tuviese otra opción. ‘Valiente has de ser, quieras o no quieras’ me repite la mamma y resuena en mi cabeza como un eco interminable.
Y espera que ahora llegan fontaneros, albañiles y electricistas. Quién me manda a mí meterme en este fregao? Si lo pienso bien… por dónde andará mi maleta, que meta yo a Bimba, a petarda y un par de mudas y desaparezco hasta que se largue el último de los paletas.
En un par de años no te acuerdas de esto. En cambio lo gozarás muchos años