Si el año pasado a estas alturas me hubieran dicho que me iba a pasar el invierno entero sin gotita de maquillaje, hubiera hecho la croqueta del ataque de risa. Pero qué dices, loco! Que yo en invierno amarilleo y en febrero hasta verdeo!!!
Pues hala, dale, que no querías sopa? dos tazas y las que aún nos quedan por tragar. Eso sí, a falta de pan… creo que jamás había cuidado tanto de mi piel. Lo que me gusta a mí un mimo y un potingue. Y lo increíble es que he llegado a un punto en que sospecho que casi ni siquiera lo echo de menos. El maquillaje, digo. Con la necesidad perentoria de llevar media cara cubierta, como para ir destiñendo. Pero es que por si fuera poco, creo que lo de prescindir de pintarrajearme me ha destronado a la vez del tacón y me ha recolocado en una posición de calzado y estética cómoda de la que muy a mi pesar, no sé demasiado bien cómo voy a poder salir . Ay!
Sólo me pasa a mí? Es que todo este cambio de estilo de vida que se nos ha venido imponiendo ha logrado trastocarnos tanto que ya es imposible dar marcha atrás para recuperar quienes una vez pensamos ser? O es que en realidad siempre fuimos internamente así de cómodos sin sospecharlo siquiera en pro de una estética más… urbanita y refinada?
Personalmente, hay muchas cosas que añoro, que deseo recuperar y que veo muy lejanas todavía en esta `nueva normalidad` en la que no me veo ni quiero verme reflejada. Esto no es la vida tal y como la conozco.
Los tacones, las cañitas al sol, las risas de mis amigos, el pensar qué me voy a poner para la cena de esta noche mientras me peino y Seal canta, tirar millas en carretera con un rumbo bien lejano, buena música y mejor compañía. Cosas sencillas, intangibles, deliciosas sensaciones que enriquecen la existencia y te hacen sentir viva. Pero con mayúscula, como a mí me gusta.
En un momento en el que el contacto nos es vetado, son los ojos los que no sólo miran sino que ven (algunos), saludan, matan, abofetean, abrazan o acarician. Y qué falta hace ese tacto a alguien como yo. Lo que me gusta a mí la piel. Esa piel ajena que consigue que la tuya se ponga chinita. Ese abrazo redondo que te recompone y termina en una sonrisa que ahora oculta un tosco velo de papel. Esa caricia que consigue incendiarte hasta los pensamientos. Un beso sin permiso. Ay. Crees de verdad que nos recuperaremos? Que volveremos a ser nosotros mismos? Tal como éramos y amábamos ser? Y cuando? Cuando?
Me vas a permitir que, de momento, lo dude. Esta desolación que vivimos deja necesariamente mella en todos y cada uno de una manera u otra. Sólo espero que no consiga arrancarnos la esencia para convertirnos en seres grises, tristes, asépticos e impolutos. Esa no soy yo. Ni quiero. Me niego. Llámame inconsciente pero, cuando todo esto acabe, cuando de verdad pase, espero no haberme vuelto tan repugnante. Espero que termine. Del todo. Como un mal sueño. Que el viento lo barra como arena. Y que no vuelva. Fuch, fuch.
Qué ganas de volver a bailar, coña. Qué ganas.