No sé muy bien cómo, hablando de algo que no tenía nada que ver, hoy me he encontrado escuchando a una amiga decirme que me empeño en dar siempre mi mejor cara. ‘Pues claro!,- le he contestado. Es que también eso anda mal?’ Ella piensa que mostrar siempre mi mejor versión me eleva y me aleja de los demás, en especial de los desconocidos, dándome la imagen de una diva que realmente ni soy ni siento que soy, que quizá es una estrategia urdida por la tímida que escondo bajo la piel. A saber, materia de diván. Mejor no le voy a discutir, que se me viene arriba.
El caso es que cuando se tiene a las espaldas 44 años de montaña rusa bascular (con B), ropa en el armario de varias tallas, 1,76 de altura y un chasis con más curvas que Le Mans, francamente, o te empeñas en mostrar la mejor versión de tí o esta sociedad que se empeña en clasificar la 42 como talla grande, directamente te aplasta. Y ésto a mí no me lo tienen que contar, que lo he vivido desde que tengo memoria.
Particularmente siempre he pensado que me servía de criba de indeseables. La gente, parejas potenciales incluidas, que me descarta sin conocerme por razones ‘de peso’, me demuestra que son ellos los absolutamente descartables, pues de inicio, para mí, no dan ni la talla. No ven qué hay más allá de una L. Y no saben el espectáculo que se pierden!
Si ya las relaciones son difíciles en ocasiones, añádeles presión, prejuicios y tensión en la mesa, que esa tensión se te traslada rapidito a la cama, aderezada con tabúes, complejos e inseguridades. Ya no paso por ahí. Fracaso crash boom bang. Visita al gordólogo y extra de gym. Que no soy una muñeca hinchable, caray!
Imagínate si encima tengo que ir aireando lo que me preocupa, lo que me genera insomnio, canas y arrugas. Para qué??? En serio, el ‘No me cuentes penas, cuéntame alegrías’ es una Biblia! Ni dramas ni tragicomedias. Ni soy llorona ni creo que lo vaya a ser jamás! Los trapos sucios se lavan y se pasan por lejía, azulete y zotal en casa, que los demás ya tienen bastante cargando con lo suyo. Me queda demostrado que lo tuyo lo salvas tú. Y nadie más. N-A-D-I-E.
Me dice otro amigo que quizá lo más cómodo sería alejarse de nuestra versión brilli-atractiva para encontrar una pareja gordifeli-cuerpo-escombro y dedicarse a vivir de espaldas a la galería. Ahí entro en dicotomía. Más divertido seguro! Para un ser tan hedonista, sensorial y disfrutona como yo, desde luego! Dejar de ir contando calorías, entregarte sin cerrojo a grasas, azúcares o carbohidratos, sin remordimientos como epílogo… pero no.
El problema es que a mí me gusta estar sana, me gusta que la del espejo me ponga, me pierde un mimo, me sienta bien cuidar del envase que me contiene y me encanta invertir en que me dure cuanto más mejor. Y mira que cuesta y además detesto los chandals y el look Esteban, no lo puedo soportar, oye. Deja, deja. Una es sencilla pero mona y apañada.
No espero, como él dice, que Ryan Reynolds (elegiría otro, pero aceptamos pulpo como animal de compañía) llame a mi puerta, pero vaya, que con estas mis curvas, mi continua cruzada contra la celulitis, mi colección de dietas, mis talentos ocultos, el tirano que me rige y late dentro y mi materia gris que bulle, en serio, que no me veo ni me siento cuerpo-escombro, así que no me da la gana de vestirme como tal. No me da la gana, no me identifico, no me veo, como que no me pega. Y a tí tampoco, darling, no fastidies. Qué depresión!
Anda, pásame el rouge, el tacón y el Eau de Soir y pídeme un Bloody Mary clandestino, que tú y yo, querido amigo mío, sabemos cuál es la versión que nos gusta de nosotros mismos. Y siempre es la mejor que podemos ofrecer. Aunque vayamos de zapatilla y vaquero. El glitter de la Superstar. Simply the Best.
https://www.youtube.com/watch?v=h_L4Rixya64