Voy en el bus. Ha llegado tarde, puñetera huelga. Va por una avenida con un recién estrenado carril-bici absurdo y una bici anárquica rueda desafiante delante del bus. Ahí te quedas, Mari Carmen. Me viene a la cabeza aquella de Mecano. ‘Los españolitos, enormes, bajitos, hacemos por una vez algo a la vez’. No puede ser más cierto. Aquí cada uno barre para casa. No nos ponemos de acuerdo más que para deshacer camas. Aún nos pasa poco.
En los asientos de delante, una señora mayor y un chico hablando. Pongo la antena ipso facto. No veré Tele 5, pero los ruidos de la calle sí me seducen. Algunos. Él es hijo de una amiga de ella. Le cuenta que este verano lo pasará estudiando. Que claro que le apetece y le da envidia todos los que se irán de viaje o de descanso. Pero oye! Que lo disfruten, que se lo han ganado. Él se ha embarcado en unos estudios que le apasionan y sabe con certeza que los va a sacar adelante.
Me ha encantado. Destila pasión y entusiasmo por lo que hace. Así debería ser. Sacudiéndose el hastío de la resignación. Habla de Historia del Arte, de nuevos proyectos, de futuro, de lo que quiere ser. Se entusiasma. Frase colofón brillante. Lo que hagan los demás está bien, pero yo? Yo quiero ser mi mejor yo. Olé! Casi me levanto, le hago la ola y pido una ovación.
Y es que esa es la clave. No quedarse en el casi. Ahora cuando baje juro que lo felicito. Uy, que lleva los cascos puestos. Casi!