Días de resaca post electoral convulsa y tremebunda. Y lo que nos queda de función por ver. Días perezosos de Navidad, calor de familia, Amor y amigos.
Pero no van por ahí los tiros, no. Te voy a contar. Tengo un ratito de soledad en el coche aprovechando que he aparcado a la primera,- lo sé, suerte la mía, no seas rabioso y quita esa cara,- y he bajado el volumen de la radio para concentrarme en el de mi propio yo interior, que últimamente simplemente me indica por donde NO tirar, que por donde sí es otro cantar. Verdad o atrevimiento.
A ver que me centre…
Como te decía, hace un ratito, aún con el coche en marcha, estaba parada en un semáforo en rojo en el mismo centro de Valencia, viendo cruzar el paso cebra a un chico mulato guapo a rabiar, limpio, bien peinado, de los que se nota que se cuidan, modernete, melenita, con su vaquerito poco slim, su zapato de ante azul marino, calcetín mil rayas, su tres cuartos gris dejado caer, foulard leve y borsalino a juego impecable y con un rollazo que pa qué. Me la juego a que olía fenomenal.
Lo he visto pasar pensando que no me podía gustar más, que no le cambiaba yo ni una coma y con la admiración de verlo caminar ofreciendo lo mejor de sí mismo. Daba gusto verlo. Vamos, que hasta me ha instado a soltarme la coleta, volver a perfumarme, darme un brochazo y sacar el pintalabios delante del retrovisor.
Y en eso estaba cuando me doy cuenta de que, a sus espaldas, cruzando tras él, va un par de chicas enarbolando esas greñas que no han conocido champú ni cepillo, pero sí tinte de color indefinido y raiz como el alma del diablo, vestidas con chandal maltrecho, carnes sueltas, zapatillas sucias y peor gesto, cruzaban tras él, imitándolo (intentándolo, sus ganas de conseguirlo), burlándose, haciendo aspavientos salaces, haciendo mofa no se sabía al fin si de su raza, de su estilo o de su condición, sin fijarse en los lamparones y churretes que las condecoraban a ellas. Para verlas desfilar.
Cuando nos hemos convertido en algo tan zafio como para mofarnos de lo ajeno, ni mejor ni peor, del que quiere mostrar su mejor cara? Cómo nos atrevemos a prejuzgar de manera tan baja y gratuita, sin mirarnos antes en el espejo? Es necesario hacer de menos a los demás para sentirse mejor uno mismo? Es que vas a brillar más por tratar de opacar al que se esfuerza en cuidar lo que tú no cuidas? O es simplemente un intento de humillarlo para no mostrar al mundo un velado complejo de inferioridad? Puto ego. Sí, he dicho puto.
El chico se ha percatado de la burla e incluso de las palabras murmuradas que le han dedicado riéndose… de qué? pero ha seguido adelante en el paso cebra, ignorándolas. Mejor así.
En eso, pasa una señora mayor cruzando desde la otra parte. De unos setenta. Tropieza y pierde pie. Él, rápido y certero, ha reaccionado y corrido a recogerla en su caída, impidiendo que tocase apenas el suelo en medio de la calzada. Estaba ayudándola a levantarse cuando ellas llegan a su altura, miran a través y pasan de largo. Han parado varios de los que justo cruzaban en ese momento. Menos ellas. El semáforo se ha abierto. Ni un coche se ha movido, a la espera de que se resolviera la situación. Pero ellas ya no estaban.
Finalmente, he pensado, se han retratado. Me ha dado mucha pena. Me ha dado vergüenza. La señora ha terminado de cruzar la calle del brazo del chico. Y ha continuado su camino dándole las gracias. Y él ha vuelto a cruzar el paso cebra. Y yo he vuelto a admirar cada uno de sus pasos. Aún más que hace un momento. Y me ha arrancado una sonrisa que ahora que él ya no está aún rebrota. Quedan personas. Y respeto, humanidad y educación. Claro que sí. Quedan corazones. Y manos.
Sonaba Paul Carrack.
PS. Feliz Año. Sin balance ni na.
Magnífico!!!!
Gran talento literario. No hay duda.