Hace tiempo que no sueño. Jo, lo echo de menos. Cuando era pequeña y alguna vez tenía fiebre, siempre, sin remedio, soñaba que iba metida dentro de una bola enoooorme de pelusa blanda y rodaba y rodaba por unos campos llenos de subeybajas de color pastel igualmente blandos. Ufff!!! Sólo de recordarlo me entra la angustia que sentía entonces. Dicen que son sueños febriles pero a mí aquel castillo que veía a lo lejos y al que nunca llegaba mi bola de pelusa me da directamente escalofríos!!!!
Luego, algo más mayor, soñaba que iba en un ascensor, uno de los cuatro que tenía el edificio de casa de mis abuelos y uno no sé quién con pinta de ser muy malo me perseguía en otro de esos ascensores. A saber cuáles eran sus perversas intenciones. El caso es que nunca me pilló. Chica, fatal, una pena…
La cosa es que no recuerdo sueños placenteros, la verdad. Siempre que tengo algún sueño me despierto con la certeza de haberlo tenido… y olvidado. Y me muero por recordar aunque sea uno!
De verdad que ahora lo necesito. Ya sea soñar con zamparte un polo de naranja sin remordimientos de conciencia (me rechiflan, sí) o uno de esos famosos sueños tórridos que tiene la gente, yo qué sé, con Val Kilmer en «El Santo», por ejemplo y sin que me despierten en lo más, ejem, interesante, plis…
Hombre, soy de dormir poco, me da una envidia absolutamente nada sana la gente que duerme y tiene facilidad para ello. A mí me vence el cansancio y un buen libro, que mi mesilla de noche atesora sistemáticamente un montón de ellos. Así que lo poco que duermo, casi mejor que no marée al subconsciente y lo deje descansar… supongo. O no?