«Quiéreme despacito, pero quiéreme siempre» (dedicatoria de un libro de poemas de Gala que alguien me regaló una vez)
Sí, como tú, nací tímida.
Este cuerpo que me hace pensar en Jessicca Rabbit,- «No soy mala, es que me dibujaron así»,- tan sólo conforma la parte visible de mi coraza, esa que todos tenemos en mayor o menor medida y que pocos intentamos y más aún, conseguimos rasgar. Yo a veces lo logro y créeme, pase lo que pase, todos los días lo intento. Sueño con ser capaz de resquebrajarla del todo, que es en realidad lo que me encantaría hacer, con atreverme, como tan sabiamente dice Miguel Bosé, a vivir, a VIVIR!!! (plas, plas). Imaginas la maravilla de ese gesto? Imaginas lo fascinante de descubrir al resto del mundo lo que hay en mi interior y que yo tan sólo adivino???
Pero esa no es en absoluto una tarea sencilla. El miedo nunca lo es. Es como una serpiente que se arrastra, ahoga los proyectos nacientes y apaga las llamas a golpe de cobardía. Hay quien se logra sacudir ese caparazón a base de copas, le bajan la guardia al miedo a golpe de muñeca y grados y encuentran a su auténtico yo desnudo, libre, artificialmente feliz y desinhibido nadando entre cubitos de hielo en el fondo de un vaso de tubo. A mí no me sirve, me da resaca.
Hay quien le echa cara, así, directamente, cubren sus temores de arrojo y sus vergüenzas de iniciativas anudadas todas juntas en la boca del estómago. Superan sus fantasmas por un rato de vorágine para dejarlos luego campar a sus anchas en otros momentos quizá más cruciales. Es lo que yo llamo el miedo o el valor selectivo, lo que más convenga. Ufff!!! No tengo tanto rostro. Ni tanto hígado!!!
Y luego están aquellos que fingen ser de hielo porque quieren, necesitan protegerse a toda costa. Con una buena dosis de confianza, llega el día en que oyes como el iceberg comienza a resquebrajarse, crick, crick… y comienza el deshielo. Ufff… Tampoco me va. Soy friolera y doy saltitos de alegría cuando se aproxima el verano. Soy más de fuego. Feliz a 40ºC.
A mí me cuesta. Antes me costaba más. Antes asumía que simplemente había cosas que me superaban, que no podía hacer nada para modelarlas a mi gusto porque eran de esa manera y punto, y simplemente me quedaba quieta y callada resignándome y rogando al que mueve los hilos que las cosas salieran acorde a mis deseos. Y claro, me quedaba con las ganas («No te quedes con las ganas, quédate con todo,- Ivana Trump dixit,-) pues no está el pobre para milagritos!!! Debe tener una lista que ni la de Santa Claus!!!
Pero un día alguien me enseñó algo fundamental en lo que yo no había caído. Algo en lo que en 27 años no había logrado reparar y que iba a aprenderme de carrerilla a partir de entonces sin lugar a duda y que me repito muy, pero que muy a menudo. Que soy DUEÑA DE MI VIDA y que a no ser que el rollo de la reencarnación sea cierto, ésta va a ser la única oportunidad que vamos a tener de Atrevernos a vivir. A VIVIR!!! (plas, plas! Sí, me rechifla la frasecita qué pasa???).
En esta vida que nos viene regalada no hay ensayo general. No lo hay. Desde el primer berrido nos dicen eso de «Luces, cámara y… acción!» y allá te las compongas, querida. Ah! Y de la mía tengo claro que YO soy la protagonista, la verdadera estrella de mi existencia. Ves? Soy imprescindible en ella. Vamos, que sin mí, ya pueden haber secundarios macizos o divas impresionantes, que sin mí no hay superproducción, ni alfombra roja, ni Oscar. Ni nada. Mi vida es Miiiiaaaaaa…
Así que me tocó entender que cuando hay algo que no te gusta, hay que conseguir hacer comprender que no lo quieres, que nadie te va a comer porque no tengas su misma opinión, y si eso ocurre pues una de dos, o te relajas o a escaparrar monas! Me sigue costando un mundo dar esos pasos destinados a satisfacerme a mí y no a los demás, lo reconozco, pero he aprendido que me rechifla apoyarme en muletillas… cómo decirlo… sarcásticas, para hacer comprender de una manera pseudo sutil que considero muy mía y que me planteo patentar, todo aquello que no me gusta, que no permito o simplemente que no me da la gana. Ese ya clásico «Te agradecería…» resulta letal, comprobadlo, no falla. A mí me quedan de vicio, soy una experta en soltarlo como si nada y sí, he de reconocerlo, ahí es donde sí me vuelco y me sale la vena de mala maligna que nunca conseguiré ser. Y me encanta. Eso de faltar sin insultar y sin subir el tono me parece todo un arte. Y yo hay días en que lo practico de maravilla.
Pero aún así todavía, cuando algo/alguien me importa muy de veras, me callo, espero, prefiero ir un paso por detrás, dejando caer por el camino pedacitos de mi concha, trato de aprender a confiar, me cuesta creer, prefiero hechos a palabras o bien mejor todavía si puede ser y no es pedir demasiado, palabras con hechos. Apuesto por un silencio razonable con circulitos de la punta de mi pie en el suelo como una que yo me sé. Seré cobarde o simplemente prudente???
Quizá sea ésta una estrategia solapada, mi timidez congénita que asoma la cabeza de vez en cuando al más puro estilo Casper o o mi coraza de carey que me ahorra basuritas que no me gusta ver ni sentir cerca de mi corazón que no se las merece pero… Es esto bueno? Es malo? Vaya, eso no lo sé. Es simple y llanamente, como soy y como siento.
Así que qué hacemos? Nos callamos o no nos callamos? Nos lanzamos a la piscina o nos estrellaremos contra los baldosines???
Pues no sé cual es la fórmula mágica. Ahora lo que me apetece es dejarme llevar.
Así que de momento y mientras lo pienso, me dejo llevar cabello al viento por mi bicicleta, que tengo que pasar por el cajero automático si quiero comprar esas deliciosas ciruelas claudias que se me antojaron el pasado domingo paseando por un vivero. Mmmm… Qué dulces!!! Y mientras espero, iré tomando el sol. O la luna. O Venus. O un bocata de verano. O una cervecita. Con limón, plis. Quieres otra? Shhhh!!!