Jo, qué harta estoy de la crisis. Cada vez que la oigo nombrar,- o sea, cada día, a cada hora,- no puedo evitar acordarme de Escarlata O’Hara sentada en el porche de Tara con su vestido blanco y verde, entre los dos gemelos pelirrojos haciendo mohínes y quejándose de lo aburrida que estaba de oir a todos en su precioso mundo hablar de la guerra en lugar de ocuparse de cosas bonitas… como ella misma.
Pues eso, me tiene frita, harta, cansada, aburrida, hastiada y asqueada. Agh! Y lo que nos queda oye, que no tiene visos de terminar. No, no. Esto es como la marea, que va subiendo poco a poco y te va cubriendo. «Sube, sube, subelaespumita, como si fuera unacervecita…» Lo peor? Que está en el ambiente, que se respira y que de verdad afecta a una barbaridad de gente (me incluyo, que conste), ya no solo en el bolsillo, sino en el ánimo, en la sonrisa ausente, en el miedo perenne que les paraliza justo en el momento en que nadie se debe paralizar! Y es que no puedes hacer otra cosa que coger las cortinas de ciertopelo del salón de tu madre, borlonchos y frufruses incluidos y hacerte con ellas un vestido nuevo con el que hacerle frente a la puñetera crisis sin parangón, porque señores, esta marea es de las que nos quieren ahogar a la mínima que nos durmamos.
Vamos, como hubiera dicho mi abuela, que seguro que alguna crisis pasó, «Una se agarra el trasero con ambas manos y tira p’arriba!»
Sabes qué? Al final de la cuenta, esto va a ser como una lista de deseos de Reyes que leí el otro día: «Que el 2011 me devuelva lo que el 2010 se llevó» Caray, a eso sí me apunto. Voy a ir haciendo la lista, no sea que se me pase alguna…
«Y a Dios pongo por testigo, que jamás volveré a pasar hambre!!!»