Te voy a contar que recuerdo como si estuviera sucediendo ahora mismo la primera vez que tú y yo cruzamos nuestras miradas. Un día de estos, de noche ya en la cama a tu lado, te cuento en un abrazo, que me enamoré de tí a primera vista.
Que me pudo tu olor a vida, tus ojos buscándome asombrados, aquel primerísimo contacto, tu piel que ya era un beso tierno de canela. Te voy a contar que me hizo estremecer tu aspecto agotado de esfuerzo mutuo, mucho más terrible que el mío propio, que supe con certeza cuan grande era lo que tenía delante. Que me regalaste un sentimiento que no conocía y que me hizo llorar lágrimas arrancadas de lo más hondo de mí misma.
Una noche de luna cuna y Venus te cuento al oído, como si fuera un cuento, que adoro cada movimiento que haces, cada paso que das y que siendo quizá pequeño para el mundo, a mí me parece un esfuerzo terrible. Que me parece un milagro tenerte en mi vida, que eres lo mejor que sin duda nunca he tenido. Que me aterra que no estés, que ya sin tí, ni aroma ni color tienen sentido.
Te voy a decir, amor mío, que tú eres mi razón, que llevo dentro de mí tu perfume, que no hay para mí uno mejor en el universo, que aún sin estar, vienes conmigo. Te voy a contar, vida mía, que eres para mí una mañana soleada de enero, mi fiesta, una carcajada abierta y confiada, mi luz, mi regalo, mi día completo, lo mejor que hice nunca. Mi razón. Mi motor. Mi mejor cuadro. Mi esencia de inocencia.
Te susurraré bajito, mientras duermes y empapándome del olor de tu nuca, que no hay nada, sin duda, de lo que tenga más certeza: Te Quiero como no quise jamás. Y como dice una amiga, «Qué maravilla que no tenga remedio». Y que sea de por vida. Y que me ocurra contigo.