Vaya tela…
Junio. Cenita improvisada: unos conocidos, otros no tanto… jijiji, jajaja, que pásame las anchoas, que te las cambio por la sepia, que tú de quién eres, que tú a qué te dedicas… y que me maten si lo sé, pero cerveza va, cerveza viene (y a mí la cerveza ni fú ni fa), llegamos a un punto de la conversación en que de repente nos encontramos hablando de preferencias masculinas en materia de lencería femenina. Toma postre!!! Y no sé cómo lo hago, pero en momentos así, a saber porqué, siempre me encuentro en medio, oye!
Y hala! Que a ver a quién le pone el hilo dental del tanga y a quién le va más el arrancarlos incluso a mordiscos. Que si me van los encajes, que yo los prefiero con estampado de leoparda. Ah! Y eso sí, a estas alturas soy toda una eminencia: Master en clasificación de culottes, que no es lo mismo un brasileño que las bragotas de cuello vuelto de Bridget Jones, no, no, no… De ahí saltamos a las espinosas diferencias que existen entre el sex appeal de un boxer o un slip masculino… en fin, sin palabras… Que Calvin Klein nos asista.
Y es que, no nos queda nada por inventar…
Al rato, observando, escuchando, opinando y para nada al hilo de la conversación, me percaté del factor común de todos los que, conocidos y desconocidos, chicos y chicas cada uno de su padre y de su madre, poblábamos aquella noche la mesa; Todos, pero absolutamente todos sin excepción calzamos ya los treintaylargos… y dormimos sólos… la mayoría de las noches; y ahí es cuando entro yo y me pregunto: Es la soledad el mal de nuestra generación? O es menos alarmantemente, una simple coincidencia, un estado transitorio, más o menos duradero según cada cual?
No lo quise sacar a colación entonces, que dependiendo con quién y más si no los conoces suficientemente, paso de ser la profunda aguafiestas de turno que te hace pensar en la sobremesa de un sábado noche. Vamos, que si lo planteo, esa noche no nos marcamos ni medio dancing a expensas del debate. Pero lo pensé entonces y a la mañana siguiente y hasta ahora, meses después y sin que las cosas hayan cambiado demasiado en ese mismo grupo de gente a lo largo de este tiempo. Y la verdad, no es la primera vez que ese gusano me hormiguea por la cabeza.
Es la soledad de los treintaycuarentas un estado voluntario? Se trata de una consecuencia quizá de la desidia y la comodidad de las costumbres y manías adquiridas derivadas de vivir sólo… uhm… digamos durante un tiempo más o menos largo? Es quizá una consecuencia directa del miedo al compromiso? al rechazo? a un nuevo fracaso emocional? O por el contrario puede incluso llegar a suponer una frustración el hecho de no encontrar a esa persona que «te complete», con quién compartir uhm… lujurias, sentimientos, espacio y tiempo, experiencias, vida en definitiva… he dicho lujuria? Y si vamos más allá… realmente necesitamos a esa persona para sentirnos completos?
No sé lo que pensaría cada cual en esa tabla que nos unía esa noche de verano. Aunque ahora, conociéndolos pelín mejor, me lo puedo imaginar con bastante más nitidez que entonces.
En mi caso…
No, no me gusta estar sola. Bueno, a veces sí, y entonces necesito mi tiempo y mi espacio como el aire! Pero ese sentimiento no voluntario tan personal de soledad aún en medio de un montón de gente no me gusta para nada.
Tengo claro que no se trata de una necesidad. No necesito a nadie que me complete sino a mí misma. Sé que me sobro y me basto para salir adelante. Me lo he demostrado sobradamente. Y poco más necesito. Libros, lana, pinceles, música.
Pero sí confieso que «me apetece» alguien que lejos de completarme, me complemente, alguien con quién compartir. Parte esto quizá de un viejo miedo no a estar sola ahora, sino a llegar en un futuro muuuuuuy lejano a una vejez solitaria. Eso sí me aterra.
Y es que por mucho que me gusten, las historias de mis libros no abrazan. No es el calor de la lana el que mejor arropa. Es otra pincelada suave la que se me antoja. No es el beso de la música el que me falta cuando cierro los ojos cada noche. Cuando en la sábana nos abrazamos,- como decía Alejandro Sanz,- «mi soledad y yo».
Soledad, gran amiga. La mía es circunstancial. Algunas personas me aplauden por estar sola "que suerte tienes" dicen y yo contesto "no es suerte, es la vida". Ahora mismo compartimos soledad en casa, en la cama (a veces no…:))pero es una soledad para conocernos, por fin sola conmigo misma!para aprender tantas cosas de una que ni sabías, para que cuando termine no haya sustos de esquina. Además, peor me parece quien está solo rodeado de gente…Esa soledad es la triste. Y no la quiero gracias…Y cuando no apetezca lana ni libro, …llamadita y risas locas, por que estaba durmiendo!!!jajajajaja