En algún cajón me he debido de dejar olvidada la fe, así, con minúsculas, que la de las mayúsculas ya ni la considero. Pa qué.
La fe en aquel Dios al que me enseñaron a rezar, él, con todos sus pseudónimos, su sentido peculiar de la justicia, su concepto de lo que está o no está bien, como que se me desdibuja. Una lástima; venía bastante bien cuando se te venía encima un mal día.
Creo en mí, a ratos y según el día, poco menos que cero. Hoy pché pché. Mira que soy quejica.
El otro día leí en FB el comentario de un amigo en mi muro que después de pasar medio verano entre tribus amazónicas, decía que aquello era una verdadera cura de humildad. Y pensé: «qué narices!» no necesito irme tan lejos para mi cura particular. Con abrir mi nevera algunos días me basta para encoger los hombros y poner los ojos en blanco moviendo la cabeza….
Será que estoy agobiada, o que a veces no veo luz al final del tunel (eh, y que conste que la hay, fijo) o que estoy hasta los moños de rescatarme una y otra vez. En esos contados días sin luz pienso que en algo me debo haber equivocado. Pero mucho!!!
Donde habré dejado yo mi fe? Juraría que la ví un día. Y no hace tanto…
Necesito un daiquiri.
"Meri" !!!, me encanta seguir tu blog. Te sales! Un enorme beso.